Mineros quedó fuera de la Nissan.
Si se le mira por encima, se fue bien. Empató los dos juegos y lo eliminaron.
Sin embargo, la realidad es otra. La ilusión del pueblo sureño murió en condición de local y con un accionar lamentable. También con un rival nefasto. Hablar del partido es hablar de algo que dio la tv y no debió.
Todas las miradas apuntaban a ver qué gesto de amabilidad tenía Chad esta vez. También de saber cuántos offsides iba a cometer. A ver si la pizarra del Brígido funcionaría. A hablar pestes del indio pijao. A esperar que Mineros resolviese el trámite, porque era nada más que un trámite.
Ayer, Chad hizo un gol y no tuvo que ser cortés para ello. El indio se hizo ver, fotografiar, saludar y hacer todos esos gestos mamarrachos propios de él. Y Tolima resolvió (?) el trámite.
Lo hizo al precio de un partido feo. Mineros jugó a nada y Tolima a un pelo más que nada. El local defendió sin laterales y con la falta de reacción como bandera. El visitante hizo el contrapeso con el desorden, la inefectividad ofensiva y errores defensivos.
Varios jugadores dieron muestra de su valía. Tortoledo le dio free pass a los de su costado. Santo no dio dos buenas. Los centrales anduvieron perdidos. Y Massia... Massia intentó completar alguna jugada y en media hora no pudo. Cuenú metió un autogol seguidor del canon (como debe ser). Charria corrió sin control. Dumar Rueda repartió golpes criterioso...
Un primer tiempo con cuatro goles, uno detrás del otro y de errores defensivos. Un juego que tuvo la pelota por los aires. Un segundo tiempo con una intensidad que recuerda los juegos del ascenso. Y después la justificación del trajeado Farías del encuentro con la historia.
Las goleadas de años anteriores era más simpáticas, porque era ver que no te llenaran, pedir un contragolpe para hacer un golcito, evitar una expulsión pendeja. Pero es que esta vez ni eso. Los dos equipos, en puridad (?), dieron pena.
En conclusión, nos vendieron una mentira, como la de cualquier hereje religioso que llega algún incauto y se la come y el sujeto desaparece con el billete.
Por Cóndor
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